lunes, marzo 22, 2010

TRES PALOS por Ray Loriga

Una forma de verlo, y de contarlo.


Algunos barcos tienen tres palos, y las porterías también, ahí se terminan las similitudes entre las novelas de Joseph Conrad y el fútbol. A los que disfrutamos de ambas disciplinas nos gustaría que se parecieran más y a menudo forzamos metáforas que cruzan de un lado a otro de nuestras dos grandes pasiones, pero no dejan de ser eso, metáforas forzadas. Tal vez sea mejor asumir que son dos amores distintos y tratar de que no se encuentren nunca, como quien tiene una esposa en la ciudad y una amante en provincias, o un marido en provincias y un amante en la ciudad, o viceversa y todas las viceversas posibles, incluidas las variaciones homosexuales y vascas y todas las líneas del PP, la dura, la blanda y la otra. En fin, que lo que nos gusta de este juego es precisamente su condición de preocupación excepcional, ajena por completo a nuestras vidas y en cambio parte fundamental de las más infantiles penas y alegrías. Recuerdo que en Submundo, la fabulosa novela de DeLillo, se contaba América mientras volaba una pelota de béisbol, puede que ésta sea la única manera de transformar el deporte en artefacto literario, asumir su importancia en nuestras vidas como hecho real, sin recurrir a imágenes enrevesadas y obligadas a nadar mal de una orilla a otra. Mientras la pelota está en el aire nuestras vidas suceden. Que pase entre los tres palos, o salga bateada fuera del estadio, en nada alterará el curso de lo nuestro, y en nada cambiará lo que escribimos o leemos. Antes los escritores apenas hablaban de fútbol porque estaba muy mal visto, ahora se comprende mejor que un escritor es un hombre, o una mujer, como otro cualquiera. Que también cuida de su jardín o de sus hijos, o los descuida, o se olvida del mundo y se sienta una tarde a ver un Osasuna-Betis. Nada hace pensar que la distancia entre deporte y literatura se haya acortado, ni falta que hace, a mí personalmente me basta con que no me hablen de Rilke mientras disfruto de un derbi y con que no me hablen de fichajes mientras disfruto de Rilke. También los niños son un encanto siempre que no se cuelen a deshora en el dormitorio de sus padres.

DeLillo dio con la manera de enredar la pelota con la letra escrita, pero una vez encontrada la fórmula no parece sensato tratar de repetirla. Recordemos la vieja máxima; el primero que comparó a una mujer con una rosa era un genio, el segundo era un imbécil. El periodista deportivo de Richard Ford no era precisamente un libro de deportes y el nadador de Cheever se rompía el alma sin amenazar ningún récord del mundo. Los futbolistas a veces llevan libros a las concentraciones pero me temo que casi nunca los leen, también nosotros llevamos pelotas a la playa y no las sacamos del coche. Casi es mejor así. La pelota no es parte real de lo que ganamos o perdemos, pero vuela por encima de nosotros, hagamos lo que hagamos, y nos basta con levantar de vez en cuando la cabeza para verla. La pelota no nos recuerda a nosotros mismos, nos recuerda otras cosas. Los juegos de los niños no son los juegos de los hombres, y el fútbol permanece anclado en nuestra infancia. Nos lleva una y otra vez a un tiempo pasado, ni mejor ni peor, que gracias a este hermoso juego aún no hemos perdido del todo. Fútbol y literatura suenan tan bien juntos como caballo y piano, de ahí que no haya que mezclarlos demasiado, de ahí también que no haya que renunciar a ninguno de estos placeres para disfrutar del otro.

Ray Loriga es escritor

domingo, marzo 07, 2010

EL DESAFÍO DEL CENTURIÓN por John Carlin

Como todas las semanas, Carlin vuelve a estar espléndido en "El corner inglés".






"Era una inflexible máxima de la disciplina romana que un buen soldado debía temer más a sus oficiales que al enemigo".
Edward Gibbon, en Historia de la decadencia y caída del imperio romano.


En el caso de que Inglaterra ganase el Mundial, cosa que el patriotismo inglés ha convertido en una enorme posibilidad, no habría remedio: tendríamos que rendirnos ante la evidencia de que Fabio Capello es el entrenador más grande de nuestros tiempos.

El reto al que se enfrenta el seleccionador inglés -ganador de prácticamente todo con Real Madrid, Milan y Juventus- es satisfacer el desesperado deseo de gloria de un país cuyo conjunto de jugadores no está remotamente a la altura -ni a nivel de juego, ni a nivel moral o intelectual- del de la selección española, clara favorita para levantar la Copa del Mundo en Suráfrica en julio. Si la copa se la arrebatara Inglaterra, la mayor parte del mérito habría que dársela al centurión italiano, que automáticamente se convertiría en la primera persona de su país en ser condecorado por la reina Isabel con el título de Sir. Habría logrado la misión imposible de imponer orden sobre un conjunto caótico; de exprimir todo el rendimiento imaginable, y más, de una bola de chiflados.

John Terry fue destituido como capitán por Capello tras salir a la luz su affair con la antigua novia y madre del hijo de Wayne Bridge. Ashley Cole, que se acaba de romper la pierna y es duda para Suráfrica, ha estado compitiendo con Terry por las portadas de los tabloides ingleses con la noticia de que se había acostado con más mujeres en un mes, y les había enviado más mensajes de texto con fotos porno incluidas, que Tiger Woods en toda su vida. Lo cual no hubiera sido tan interesante si no fuera por el hecho de que está casado con la mujer que ha reemplazado a Victoria Beckham como la mujer más fascinante de las islas, la cantante pop Cheryl Cole. Wayne Bridge es el sustituto natural de Cole como lateral izquierdo, pero Bridge ha anunciado, para inri de Capello, que no jugará para Inglaterra mientras juegue Terry, al que se negó a dar la mano en un partido de Liga el fin de semana pasado. Carlos Tévez, el compañero de equipo argentino de Bridge en el Manchester City, les dio un regalo prematuro de navidad a los tabloides esta semana al anunciar que en su país hubieran matado a Terry por semejante traición....

Las telenovelas mexicanas se quedan cortas, Gran Hermano es pura niñería al lado del permanente reality show que nos brinda el fútbol inglés. ¿Quién será el siguiente jugador en estallar? ¿Quién será el nuevo malo de la película? ¿Rio Ferdinand, el flamante capitán de Inglaterra, en cuya trayectoria abundan las noches de borracheras y orgías? ¿Wayne Rooney, la gran esperanza blanca del fútbol inglés, que goza de amplias oportunidades de ahondar en su curriculum golfo dada la fascinación que ejercen las lejanas playas de Barbados sobre su célebre esposa Colleen?

¿Quién sabe? Pero algo saldrá. Con estos chicos, la farsa esta garantizada. Y encima, juegan mal. Contra Egipto el miércoles en Wembley acabaron ganando 3 a 1, pero tardaron hasta el minuto 75 en adelantarse en el marcador. Durante largos ratos de la primera parte los Faraones, que no se han clasificado para Suráfrica, les bailaron.

Hay jugadores buenos, claro. Rooney, el actual pichichi europeo, amenaza seriamente el duopolio Cristiano Ronaldo-Leo Messi, al punto de que no es descartable que acabe llevándose este año el Balón de Oro. Frank Lampard es un centrocampista todo terreno que marca muchos goles para el Chelsea. Steven Gerrard, del Liverpool, es un potentísimo jugador, pese a que esta temporada no ha dado muchas señales de vida. John Terry y Rio Ferdinand son un par de rocas en el centro de la defensa. O lo han sido: ha habido preocupantes señales de que a Terry le ha afectado psicológicamente su desgaste tabloidero; y Ferdinand, cuya solidez mental siempre está en cuestión, sufre lesión tras lesión.

Además, no hay portero; y no hay acompañante en el ataque para Rooney; y si Rooney se lesiona, adiós y buenas noches. Lo más grave es que, aún con todos a punto, es un equipo de tontos. Los españoles no sólo son mejores, sino que son personas infinitamente más cuerdas e inteligentes. Capello, que daría un riñón por tener en sus filas a los suplentes del once titular español, tiene por delante el reto de su vida.