domingo, diciembre 19, 2010

GORDILLO, EL VENDAVAL DEL POLÍGONO por Julio César Iglesias

Despertando de una pesadilla de casi 20 años, Rafael Gordillo inscribe su nombre como el presidente número 41 de la historia del Real Betis Balompié. Un mandato judicial lo ha empujado a asumir una responsabilidad de la que probablemente no salga bien parado, pero como decía Saramago “somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”. Yo creo en Rafael Gordillo y punto. Su memoria y su sentido de la responsabilidad para con el Betis le han “obligado” a dar este paso tan importante en el peor momento posible, herido de muerte, aunque de situaciones límites este club sabe ya algo, quizá demasiado, pero mientras haya un bético existirá el Betis.

Por aquello de la memoria, subo este antiquísimo artículo con el perfil que trazó en su día Julio César Iglesias y que hoy me apetece recordar por si alguien ha olvidado, o no ha conocido, una "leyenda que recorre el mundo entero". Suerte Gordo.



Hay varias leyendas sobre el ilustre equilibrista sevillano Rafael Gordillo, y según se dice en los mentideros del barrio de Santa Cruz todas son verídicas. La primera de ellas explicaría su desvencijada elasticidad; esa especie de caos vertebral con que maniobraba por la zona izquierda de la cancha: pide la pelota, relaja los hombros en un inconfundible gesto de gato montés, y comienza a trepar por el aire. A partir de entonces se operaba una sorprendente transformación en su cuerpo. Aflojaba la nuca, forzaba ángulos y coyunturas y comienza a desarmarse taba a taba como si estuviera poseído por el esqueleto colgante de un gabinete de anatomía.

La facilidad conque plegaba y desplegaba la figura hizo pensar que tenía huesos de contorsionista. Así como una antigua leyenda taurina decía que los toros de Miura echan en el espinazo una pieza suplementaria que les permitiría girar el cuello unos grados más hasta alcanzar la femoral del torero, otra explica que, por un antiguo problema de nutrición, Rafa se quedó a medio calcificar y, armado de cartílagos por todas partes, se convirtió en un tiburón de agua dulce con la complicidad del Guadalquivir. Los hechos y las formas avalan esta hipótesis: en plena carrera parecía que el fémur se le doblaba por la mitad y engarzaba misteriosamente con una triple tibia de goma y un tobillo flácido. Sería este complicado juego mecánico lo que le permitiría llegar hasta la línea de fondo, accionar su pierna extensible, y rebañar el balón en los banderines como si fuese una tapa de menudillo.

Lejos de los actuales deportistas macrobióticos, este chico del Polígono San Pablo ha viajado tranquilamente por la cerveza y el humo. En realidad era idéntico a Puskas, Kubala, Garrincha y a todos aquellos seres superdotados que jugaron por cuenta propia y que el fútbol nunca logró reemplazar. Mientras los demás alcanzaban la meta sólo porque se habían llenado el depósito durante la semana, él se limita a perseguir la extenuación como si fuera un horizonte: llegaba arriba totalmente agotado, pero en un último esfuerzo volvía la cabeza y empleaba el resto de su alma en pedir la pelota y disparar a gol. Su problema es que en ningún momento aprendió a decir basta. Por eso a él nunca le sustituyeron: simplemente era evacuado por el entrenador.

Deportista preindustrial que, gracias a su corazón de oro y a sus coronarías de acero, logró prosperar en el imperio de la proteína. Desde la altura de sus noventa kilos, lo dijo el mejor Ruud Gullit cuando le preguntaron quién querría haber sido: "Yo quiero ser Gordillo", confesó. Briegel, Van Basten, Maldini y otros atletas evidentes habrían dicho lo mismo. ¿No quedábamos en que las bandas eran un dominio de los atletas diseñados por ordenador? ¿Qué pintaba en el fútbol ese muchacho de hueso que corre como si hubiera escapado de un campo de concentración? Gullit conocía la respuesta: el Gordo era nuestra última oportunidad de demostrar que el fútbol no lo inventó Arquímedes, sino Píndaro.

Dicho lo cual, sólo queda reconocer que es un privilegio haberlo visto desguazarse por las canchas, como un pequeño dinosaurio empeñado en escapar a su última glaciación.

jueves, diciembre 02, 2010

LA REFERENCIA por David Trueba

Creo que es la primera vez que se sube aquí un artículo en honor al inmenso Xavi Hernández. Simplemente imperdonable


Cualquiera que gusta de mirar las estrellas conoce el secreto. Al principio todo es un desorden de luces expandidas por la bóveda celeste. Pero si eres capaz de encontrar una referencia, entonces das con una disposición hasta ese momento oculta. Finalmente ahí está, trazado ese dibujo imaginario reconoces la constelación, te familiarizas con ella e incluso en las noches solitarias, mirarla, ubicarla, reconocerla, es la mejor compañía. Pero nada sería posible si no logras establecer la referencia, la primera luz que tiene sentido, que ordena a todas las demás.

El fútbol y la astronomía tienen poco en común, salvo que en ambos casos, las estrellas parecen protagonistas exclusivos. Pero para establecer un dibujo lógico la referencia es imprescindible. Y ahí es donde Xavi Hernández resulta ser un futbolista prodigioso. Porque ordena la lógica de un sistema desde su colocación referencial. No me digan por qué, pero cuando miro al mejor Barcelona o a la mejor selección española de nuestra historia, cuando logro evadirme del rodar de la pelota, siempre busco a Xavi. Porque desde él comprendemos la constelación completa.

No creo que tenga sentido entregarle a otro futbolista este año el Balón de Oro. Los premios son caprichosos, pero tarde o temprano se dan de bruces contra el sentido común. Puede que suceda este curso, si no, quizá habrá que esperar a que Xavi se retire para darnos cuenta de lo que ha significado. Existen pocos ejemplos de alguien que haya ejercido un orden tan exacto en el juego, que haya potenciado en tal medida las cualidades de sus compañeros, que haga una lectura de los ritmos y cadencias de un partido. Cuando él no está sobre el campo, y en las últimas semanas los dolores del talón de Aquiles le han apartado del juego, hay algo espeso, indescifrable en la bajada de rendimiento de los equipos que lidera.

Xavi se ofrece como un faro. Igual que él, se permite rotar en redondo, ofreciéndose a los compañeros para la entrega, la pared, el desahogo de la presión. Tiene algo en su manera de utilizar la pierna derecha que recuerda a los jugadores de cesta-punta. Como ellos en el frontón, Xavi recoge la pelota, la guarda un instante, la retrae con la pierna y la lanza al lugar exacto. Convierte las opciones de ataque en una fiesta alegre, que al fin y al cabo es lo que significa en euskera jaialai.

Se sabe que Xavi es razonable, divertido, burlón, respetuoso y de una asombrosa discreción fuera del campo. No se le conoce desplante ni salida de tono. En el campo mantiene ese perfil bajo, que a tantas estrellas de escaparate puede irritar, pero que basa su eficacia en el trabajo bien hecho, no en las labores de propaganda ni peluquería llamativa. Xavi mezcla una novedosa categoría de clase obrera con estilo. De medio campo hacia arriba, la posición que ganó cuando sus equipos encontraron a jugadores que guardaran su espalda con equilibrio y buena colocación, sabe utilizar los cambios de orientación, las aperturas y el pase en profundidad como muy pocos jugadores son capaces.

Pocas veces un jugador representará tanto un estilo de juego. Cuando Xavi deje el fútbol, el error será tratar de buscarle un sustituto. Será más sencillo variar el esquema, compensarlo en otra dirección, porque él se ha erigido en la referencia absoluta desde la cual entender el dibujo. Preside, al primer vistazo, la constelación que organiza. Sostiene el invento sin aspavientos, apenas ligeramente el pelo negro en punta hacia arriba, evitando el contacto frontal con el rival, encontrando la salida ladeada, la combinación ligera, la rotación. A veces el fútbol parece tan sencillo jugado por él que puede que algún jurado experto no repare en su valor, pero los que miramos como simples aficionados, vaya si notamos la presencia. Pasa en el mundo del arte, se asoma un amante sin pretensiones y ve algo que los demás tenían oculto bajo teorías y palabrería. Tampoco ningún premio alcanzará a rozar la gloria que él ha dado a su equipo de toda la vida y a la selección española, barriendo como un radar todas las posibilidades ofensivas hasta encontrar la opción precisa. No lo duden, en la noche oscura del juego, busquen a Xavi, la referencia.