sábado, agosto 20, 2011

OBDULIO VARELA. EL AUTOR INTELECTUAL

Este texto ha sido "robado" de la web http://www.11wsports.com/ aunque no aparece firmado por ningún autor, por ello no me queda claro si es un editorial de la propia página. Si es así, mis felicitaciones a la misma. Que quede constancia.


“Un ladrón había roto el vidrio de su vehículo y se había llevado el bolso del zaguero de la selección celeste. En su interior tenía el celular, dinero, sus pasaportes y un libro sobre la vida de Obdulio Varela, héroe del Maracanazo de 1950…”. La información periodística, conocida días después de este hecho, daba cuenta que todo había terminado bien y que ese “botín” perteneciente a Diego Lugano ya estaba en poder del jugador. Faltaba algo más de un mes para que el defensor uruguayo, junto a Diego Forlán, a las puertas de cuya casa en Carrasco se había producido el robo, y el resto de sus compañeros lograran por 15ª vez la Copa América.

La devolución incluía el libro de Obdulio Varela, un regalo con el que Oscar Washington Tabárez obsequió a cada jugador del plantel campeón con la obligación de leerlo, antes que todos se llenaran la boca hablando del campeón. Antes del debut con Perú y antes, quizás sin saberlo, de que se cumplan, como este 2 de agosto, 15 años de la muerte de Obdulio. Así, a secas, o El Negro Jefe, no tan a secas.

Cuando una actuación inteligente, con jugadores muy bien aprovechados en sus mejores posibilidades, con dos delanteros fantásticos y una protección defensiva al momento de perder la pelota que hace a la marca en el orillo de Uruguay, permite superar obstáculos que se presumen superiores, el fútbol charrúa está en su salsa. Y nadie conoce mejor que ellos sus propias limitaciones –nada grave, por cierto- y nadie sabe mejor que ellos que un cúmulo de condiciones confluyeron en el momento en que desplegaron su mayor virtud, la prueba de carácter. Que es un claro, intransferible trazo de identidad futbolera. Que tiene un símbolo, de ahí ese libro que el Maestro Tabárez depositó en las manos de cada jugador, en la búsqueda de una continuidad de aspectos esenciales que hacen al fútbol de ese país.

Nacido un 20 de setiembre de 1917 en Montevideo, Obdulio largó la escuela casi sin tocarla, para arrancar una carrera futbolística inolvidable. Campeón con Peñarol en seis ocasiones, con 51 partidos en la Selección, capitán de ese equipo que construyó tal vez el hecho futbolístico más espectacular del siglo XX, el Maracanazo. Una leyenda que contiene la menor cuota de datos ficticios en un relato lleno de hechos reales, que en pleno festejo de la clasificación de Uruguay ante Argentina apareció en boca de los jugadores, al darse el mismo día del 61 aniversario de aquel 2 a 1 imborrable contra Brasil.

En Brasil 1950, Obdulio empató su único partido en mundiales (los 6 restantes los ganó todos), ante España. Perdida frente al peso histórico de su actitud en la final con los locales, su reacción en el vestuario después de aquel 2 a 2 poco se conoció: “¿Te das cuenta, Juan (López)? ¿Qué van a decir de nosotros los campeones olímpicos y mundiales, qué va a decir el Gallego Lorenzo? ¡Que mejor no hubiéramos venido! ¡Que vinimos a pasar vergüenza!”, dijo llorando, desde la bronca, pensando en la defraudación hacia un pasado glorioso.

Era el mismo Obdulio que recogen las crónicas interminables, volcadas en libros de historia, de literatura, ensayos, películas, ganando esa final de 1950 desde el vestuario, donde a su frase memorable de “los de afuera son de palo” le agregó el cantito “vayan pelando la chaucha, aunque les cueste trabajo; donde juega la celeste, donde juega la celeste, todo el mundo boca abajo”. Y todos a cantar, mientras 200 mil personas hacían sonar bombas, cohetes, esperando a los equipos.

El mismo Obdulio que empezó ganado el sorteo de los arcos eligiendo la cara de la moneda; el que se puso la pelota abajo del brazo después del gol de Brasil para calmar a un rival superior y a una multitud ardiente; el que le dijo a Ghiggia que por su lugar, la derecha, Uruguay iba a tener las oportunidades que necesitaba, mientras “acomodaba” su débil marcador Bigode; el que se bancó estar convencido de que podían ganar, siendo uno de los escasos habitantes de este mundo en pensar de esa manera.

El mismo Obdulio del particular festejo, sólo en bares brasileños, la noche del partido. Contó Obdulio: “Nosotros habíamos arruinado todo y no habíamos ganado nada. Teníamos el título pero ¿qué era eso ante tanta tristeza. Pensé en Uruguay. Allí la gente estaría felíz. Pero yo estaba ahí, en Río de Janeiro, en medio de tantas personas infelices. Me acordé de mi saña cuando nos hicieron el gol…el dueño del baro se acercó a nosotros con el grandote y le dijo ´¿Sabe quién es este?¿Obidulio!´ (así le llamaban en Brasil). Yo pensé que el tipo me iba a matar. Pero me miró, me dio un abrazo y siguió llorando. Al rato me dijo: ´Obidulio ¿se vendría a tomar unas copas con nosotros”

El Negro Jefe representaba todo eso. Y algunos, como Tabárez –que lejos está de renegar de los tiempos en los que vive, al menos desde lo futbolístico- creen imprescindible rescatar la cuestión central de aquellos valores para enfrentar nuevos desafíos, teniendo la medida de la historia y de la realidad que le toca transitar.

Por eso suena extraño, que algunos que vieron en Uruguay un modelo a seguir renieguen de la propia historia, haciendo una lectura cerrada de un logro, remitiéndolo apenas a la conquista. Pasando por alto el valor incalculable del libro que le intentaron robar a Lugano, el capitán de este equipo Celeste campeón, como lo era Obdulio en el 50. Lejos estaba aquél Negro Jefe de creer que lo único que importa es ganar.